martes, 12 de febrero de 2013

Impaciencia de ceniza

     Para el periodista y Licenciado en Filología Hispánica Ignacio Camacho, la Semana Santa es un reflejo de nuestras pasiones que fluye en nuestras ensoñaciones, en nuestros sentimientos y en nuestra memoria. Es el tiempo detenido del niño sin conciencia del paso del tiempo, la luz de una Cuaresma ya únicamente perecedera para el cofrade de carne y ceniza. También lo es para mí.

     Es simplemente una búsqueda de instantes fugaces de belleza contenida, un cúmulo de emociones encontradas que explotan en cada geranio del recuerdo. La Semana Santa se dibuja en el espejo de nuestras retinas como reflejo de nuestras pasiones más ocultas. La realidad de la ciudad, en sus miserias y en sus grandezas, se prepara para vivir y morir de nuevo. Porque también la ciudad es polvo y en polvo se convertirá.

     En 1996, Camacho publica en El Mundo un hermosísimo artículo titulado "Impaciencia". En él, el autor se identifica con el niño que mira absorto una Fiesta que se convertirá en la lejanía de sus años adultos en un paraíso de globos y nazarenos.


Hemos vivido un mismo corazón durante largos meses...
     El sol que ha aparecido entre las nubes de la media tarde ha hecho brillar aún más los colores fulgurantes de los globos que distraen con un pálpito de seducción tu mirada infantil. Aún no alcanzas del todo a comprender la emoción interior con que tu padre se extasia ante los varales del palio; te atrae el misterio de la mriada oculta de los nazarenos, y acabas de perder la vergüenza y el miedo para acercarte a uno de ellos con la mano extendida y sentir en el caramelo que recibes el regocijo de la recompensa. Te fascina el fulgor de las cornetas, el penacho de los gorros de los músicos, y te fascina el orgullo marcial con que golpean los tambores que tanto te gustaría tocar a su lado. Y entonces has visto los globos, las caras abigarradas de los personajes de tus cuentos flotando a la brisa del atardecer, y en la frágil argamasa de tu memoria se ha amontonado el leve recuerdo de otras jornadas igualess: tus padres buscando la cercaría de los pasos, el bosque de piernas ocultando a tus ojos la inmediatez de un prodigio cuyos matices todavía se te escapan, el primer escalofrío del primer nazareno que un día vista tan cerca que te echaste a llorar. Todo se te ha fundido en el deseo apenas contenido que provocan los globos desafiando tu impaciencia, tu anhelo al fin colmado de sujetar el cable de uno de ellos en tu mano tibia, trémula de ansiedades y fantasía. Disfrútalo; apura esos instantes mágicos e irrepetibles que acaso algún día recuerdes desde los recovecos del sentimiento y la nostalgia.

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